jueves, 5 de agosto de 2010

ASESINOS SERIALES


CAYETANO SANTOS GODINO: NACIDO EN ARGENTINA EL 31 DE OCTUBRE DE 1896.

La ciudad porteña de Buenos Aires vio nacer, el 31 de octubre de 1896, al hijo de los inmigrantes calabreses Fiore Godino y Lucía Ruffo. Este niño quien llevaría el nombre de Cayetano Santos horrorizaría a la Argentina algunos años más tarde bajo el apelativo de El Petiso Orejudo.

Fiore fue quizá responsable en parte de haber engendrado a quien se convertiría en el primer criminal en serie en la historia policial argentina. Alcohólico y golpeador, había contraído sífilis tiempo antes del nacimiento de Cayetano. El niño vino al mundo con graves problemas de salud, de hecho, durante sus primeros años de vida estuvo varias veces al borde de la muerte a causa de una enteritis. Durante toda su niñez Cayetano fue victima de fuertes golpes y maltratos realizados por su padre.

La niñez de Cayetano transcurre en la calle, vagando. A partir de los cinco años concurre a varias escuelas de donde siempre es expulsado por su falta de interés en los estudios y su comportamiento rebelde. El escenario de sus correrías y carrera criminal serían los baldíos y conventillos de los barrios de Almagro y Parque Patricios, por entonces todavía al borde de la pampa. Es una zona de quintas, de retiro, de descanso. Pero también es un arrabal desgranado de paisanos y extranjeros.
Arturo Laurora: El 26 de enero de 1912 un crimen aterrador conmueve a la sociedad porteña. El cadáver del menor Arturo Laurora, de 13 años es encontrado en una casa puesta en alquiler en la calle Pavón. El cuerpo es descubierto golpeado y semidesnudo, con un trozo de cordel atado alrededor del cuello. Su desaparición había sido reportada apenas el día anterior. Las investigaciones no conducen a ningún lado. Posteriormente Cayetano confesaría la autoría de este crimen.
Reyna Bonita Vaínicoff: El 7 de marzo siguiente Cayetano prende fuego a las ropas de una niña de cinco años. La pequeña fallece a los 16 días, después de debatirse entre la vida y la muerte en el Hospital de Niños.
En los meses siguientes el Petiso causa dos incendios más que son controlados fácilmente por los bomberos sin que se produzcan víctimas. El 24 de septiembre, mientras trabaja en una bodega propiedad de Paulino Gómez, Cayetano mata de tres puñaladas a una yegua. No fue detenido por falta de pruebas. Apenas unos días después prende fuego a la Estación Vail de la compañía de tranvías Anglo-Argentina, el incendio fue controlado por los bomberos.

Roberto Russo: El 8 de noviembre el Petiso Orejudo, con engaños como siempre, convence a Roberto Russo de 2 años de acompañarlo a un almacén en donde supuestamente le compraría unos caramelos. Lo lleva hasta un alfalfar a pocas cuadras en donde le ata los pies y procede a ahorcarlo con un trozo de la cuerda que usa para atarse los pantalones. Son descubiertos por un peón del alfalfar quien los entrega a las autoridades. Cayetano declara haber encontrado atado al niño y estarlo rescatando cuando son descubiertos. Es liberado por falta de mérito.
Carmen Ghittone: El 16 del mismo mes, en un baldío situado en las calles Deán Funes y Chiclana, intenta golpear a Carmen Ghittone de 3 años. Un vigilante hace acto de presencia y el agresor consigue escapar.
Catalina Naulener: Días después, el 20 de noviembre, se lleva de la esquina de Muñiz y San Juan a la niña Catalina Naulener de 5 años. Busca un baldío por la calle Directorio, pero antes de encontrarlo la menor se resiste a seguir. Godino se descontrola y la golpea. El dueño de la casa ubicada en el número 78 de la mencionada calle interviene y Cayetano logra huir de nuevo.
Gerardo Giordano:[1] El último crimen del Orejudo es probablemente el mejor documentado de su espectacular carrera. Su víctima de apenas tres años sale, como todas las mañanas después de desayunar con sus padres, de su casa ubicada en la calle Progreso 2185 para reunirse con sus amiguitos a jugar. Esa misma mañana del 3 de diciembre, a pesar de los acostumbrados gritos de su padre, Cayetano sale de su casa ubicada en General Urquiza 1970 llevando clavada entre los ojos la determinación terrible de matar. Después de vagabundear un rato por las calles, Santos Godino encuentra, en la calle Progreso al grupo de chicos jugando. Se les suma sin despertar ninguna sospecha porque, después de todo, su aspecto de idiota siempre le ha permitido ganar la confianza de sus víctimas. Poco después consigue convencer a Gerardo para que lo acompañe a comprar unos caramelos. Un rato antes y sin éxito, invitó a Marta Pelossi, de 2 años de edad; pero la menor, asustada, se refugió en su domicilio. Así pues, víctima y homicida se encaminan sin apuro hacia el almacén ubicado en Progreso 2599 en donde compran dos centavos de caramelos de chocolate. Enseguida el más chico los reclama, pero Godino, imperturbable, resuelve dosificarlos: le permite algunos, y le promete los demás si acepta acompañarlo hasta cierto lugar alejado, la Quinta Moreno. Una vez en la entrada, el chico llora y se resiste a entrar. Pero el asesino lleva hecho demasiado, ni siquiera vacila: lo agarra con violencia de los brazos, lo introduce en la quinta y lo arrincona cerca de un horno de ladrillos. Lo derriba con fuerza y lo aquieta poniéndole la rodilla derecha sobre el pecho. Godino conoce el mecanismo: con apuro, pero sereno, se quita el piolín que lleva por cinturón (se trata de esos lazos de algodón que se utilizan en albañilería para sostener las plomadas), y empieza a enrollarlo en el cuello de Gerardo, le da 13 vueltas y procede a estrangularlo. Pero Gerardo intenta levantarse, así que Cayetano procede a atarle de pies y manos cortando la cuerda con un cerillo encendido. De nuevo procede a asfixiarlo con el cordel pero el chiquillo se resiste a morir. Una idea cruza por la mente de Cayetano: ¿Por qué no atravesarle la cabeza con un clavo? Uniendo la acción a la idea el Petiso se da a la tarea de encontrar la herramienta deseada, su búsqueda le lleva al exterior del local en donde topa con el padre de Gerardo quien le pregunta por el paradero del niño. Imperturbable, Cayetano le responde no haberlo visto y le sugiere dirigirse a la comisaría más próxima a levantar un reporte. Mientras tanto el Orejudo encuentra un viejo clavo de 4 pulgadas, regresa con él junto a su víctima, y usando una piedra como martillo lo hunde en la sien del niño moribundo. Después de cubrirlo con una vieja lámina de zinc, huye de la escena del crimen. Esa noche, durante el velatorio de su víctima, Cayetano hace acto de presencia. Después de observar durante algún tiempo el cadáver de Gerardo huye llorando del lugar. Según declaró posteriormente, deseaba ver si el cadáver aun tenía el clavo en su cabeza. Para su desgracia dos policías, el Subcomisario Peire y el principal Ricardo Bassetti ya habían ligado cabos con casos anteriores y esa misma madrugada se allanó el hogar de los Godino arrestando a Cayetano, encontrando en sus bolsillos un artículo de periódico aun fresco que relataba los pormenores del asesinato y en sus pantalones restos del piolín con que había intentado ahorcar a Gerardo.Finalmente, en 1923 se le trasladó al Penal de Ushuaia, Tierra del Fuego, conocida como la Cárcel del Fin del Mundo. En 1927 los médicos del penal le hicieron una cirugía estética en las orejas, porque creían que allí radicaba su maldad. Obviamente este tratamiento radical no sirvió de nada.

En 1936 pidió la libertad y se la negaron: de los dictámenes médicos elaborados por los doctores Negri y Lucero y los doctores Esteves y Cabred se concluye que "Es un imbécil o un degenerado hereditario, perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean." De su vida de recluso se sabe poco. Apenas alguna anécdota como la siguiente: en 1933, consiguió detonar la furia de los presos porque mató al gato mascota del penal arrojándolo junto con los leños al fuego; le pegaron tanto que tardó más de veinte días en salir del hospital.
Las circunstancias de su muerte, ocurrida en Ushuaia el 15 de noviembre de 1944 siguen siendo nebulosas. Supuestamente murió a causa de una hemorragia interna causada por un proceso ulceroso gastroduodenal, pero se sabe que había sido maltratado y, con frecuencia, violentado sexualmente. Sobrellevó los largos días de la cárcel, sin amigos, sin visitas y sin cartas. Murió sin confesar remordimientos.

El penal de Ushuaia fue finalmente clausurado en 1947. Cuando el cementerio fue removido sus huesos ya no estaban.

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